Hace algún tiempo visité Zacapoaxtla, heroica ciudad (porque así está considerada). Ya la había visitado en otra ocasión, sin embargo, esta vez me pareció diferente.
En este viaje este lugar, puerta de la sierra nororiental fue para mi un refugio. Acababa de terminar con una desilusión que así lo fue desde un inicio y que como fue pasando el tiempo terminó por quitarme la venda de los ojos.
Cuando llegué a la central de autobuses pensé en un lugar apartado en el que pudiera distraerme y tratar de olvidar o si lo prefería; acurrucarme en los recuerdos entre las paredes con olor a madera y los paisajes rodeados de verdor. Por todo esto, cuando pregunté por la corrida más próxima y escuché el nombre de este lugar, no lo pensé dos veces y pedí mi boleto. Pedí un asiento junto a la ventana y decidí sumergirme en un sueño. Cuando desperté, los primero que escuché fueron los diálogos de la película que se transmitió durante el trayecto. Una mujer trigueña muy guapa (como suelen serlo las mujeres de películas americanas), estaba discutiendo acaloradamente con un hombre de por lo menos 40 años, tal vez era su pareja. Sonreí para mis adentros. Discutir, qué es discutir. Tal vez es buscar una excusa para pelear y después reconciliarnos en un idilio amoroso, pero realmente ¿las discusiones tienen sentido?
En fin, llegamos a la terminal, antes de que terminara la película. Tomé mi maleta de la cajuela y me dirigí al centro de la localidad en busca de hospedaje. Encontré un hotel con vista al parque.
Lo primero que percibí al entrar fue el fuerte olor a madera. La habitación estaba decorada con un aire tradicional, rústico, para mi desfortuna, me recordaba aún más su aroma. Que ironía, había viajado hasta aquí para alejarme de él y terminaba recordándolo a cada momento.
Zacapoaxtla era hermoso. Sus calles pequeñas, la vista hacía sus laderas, sus paisajes. La forma en que baja la neblina al mismo tiempo que el sol cae, como si cubriera el pueblo con una fina manta de nubes. Es como si por un momento pudiéramos tocar el cielo y sentirnos parte de el.
Cuando pienso en todas esas bellezas, también lo hago en cuanto me habría encantado visitarlo a su lado,embriagarnos de aquel romanticismo que inspira la serranía; pero todo esto era una falsa ilusión. Él nunca accedería a venir. No le gustaba alejarse demasiado de la ciudad, de sus estruendos, de sus lujos urbanos. Tal vez esta era una de las razones por las que nos habíamos separado. Cuando comenzamos a salir me pareció que teníamos tantas cosas en común por lo mismo me parece tan triste que hubiéramos terminado todo así de pronto. Echando por la borda los proyectos, las fantasías, los momentos felices. Dicen que el amor debe pasar por ciertas pruebas y que si al final de todo esto las personas siguen amándose, entonces era un "amor verdadero". Creo que nosotros no las resistimos o nos rendimos muy rápido.
Que bueno que me alejé de él, dicen en mi pueblo que "por algo pasan las cosas" Pienso en todo esto ahora, unos años después, cuando volví a encontrarlo y sentí las mismas cosquillas que la primera vez que lo vi. Será que se nos este dando una segunda oportunidad o simplemente queremos recaer en este deporte enfermizo llamado amor. Después de todo, tal vez nos hacia falta una secuela.